Una excelente práctica agroecológica: la asociación de cultivos.

Una de sus premisas básicas es la selección de plantas que no generen competencia entre sí, sino más bien, especies que desarrollen sinergismo para su auto mantenimiento.

cabecera cultivos asociados

Ing. Agr. J. Alberto Yépez / yepezalberto@gmail.com

 

La asociación de cultivos se define como la siembra simultánea o no, de dos o más especies vegetales diferentes en un mismo espacio, con la finalidad de obtener diversidad y cantidad de productos con un mejor aprovechamiento del espacio disponible y un mayor ahorro del agua.

 

Tal vez, el origen de esta práctica se encuentra en las regiones tropicales, en el que se concentra alrededor de un 85 % de la biodiversidad de todo el planeta tierra, donde nuestros aborígenes destinaban cierta superficie para la siembra de diferentes especies comestibles (conucos). Es en este tipo de agricultura de subsistencia, en la que se destaca la asociación y rotación más conocida por todos: la siembra de leguminosas, como frijoles o caraotas, asociada en tiempo y espacio con maíz. La planta de maíz demanda gran cantidad de nitrógeno, por lo que se le conoce como un empobrecedor del suelo; y por otra parte, tenemos a las leguminosas, quienes tienen la capacidad de establecer una simbiosis con bacterias del género Rhizobium, que se encargan de fijar parte del nitrógeno atmosférico y dejarlo disponible en el suelo para otros cultivos, como por ejemplo, el maíz.

 

Como práctica agroecológica, es increíblemente la más limitada en la agricultura, porque pensar en asociar, por ejemplo, maíz con algún tipo de leguminosa en un sistema extensivo (de cientos de hectáreas o más), se considera impensable, al menos con la tecnología con la que contamos en nuestro país, ya que los ciclos y forma o arquitectura de estas plantas son completamente diferentes una de otra, lo que imposibilita todo el proceso, desde la siembra hasta la cosecha.

 

En la actualidad, se entiende que una de las premisas básicas para el establecimiento de un policultivo, es la selección de plantas en las que no se generen competencia entre sí, sino más bien, especies que desarrollen sinergismo para su auto mantenimiento en el campo o en el huerto. Esta selección debe estar basada principalmente en la arquitectura de las plantas (aéreas y radiculares) y sobre todo, que sean botánicamente diferentes; ya que esto nos garantiza, en cierta medida, que no serán atacadas por las mismas plagas y/o enfermedades. Por ejemplo, podemos asociar una planta cuya parte consumible sea la raíz (zanahoria), con una planta cultivada por sus hojas (lechuga). Este tipo de combinación, permite un perfecto desarrollo de ambas especies y no genera tipo alguno de competencia entre ellas (por espacio físico y luz); además de presentar necesidades nutricionales diferentes.

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Figura 1. Asociación de lechuga con zanahoria.

 

Además de esto, es a través de las asociaciones de cultivos que se garantiza un mejor manejo de los principales dolores de cabeza de cualquier agricultor: el control de plagas, enfermedades y malezas.

 

Con respecto al manejo de plagas, cuando cultivamos en un mismo suelo diferentes especies de pantas, rompemos la mayoría de los ciclos de los insectos plagas que se presentan si se tuviese un monocultivo. De igual manera, cuando asociamos hortalizas con plantas aromáticas, estas últimas actúan como un repelente natural para los insectos; sin embargo, debemos tener cuidado al momento de establecer este tipo de combinaciones, ya que algunas plantas aromáticas pueden ocasionar también un efecto negativo sobre nuestras hortalizas (efecto alelopático).

 

Con relación al manejo de enfermedades, se tiene que cuando cultivamos plantas resistentes entre plantas susceptibles, las primeras pueden interceptar la diseminación del inóculo (hongo, bacteria) por el viento o el agua, e impedir que las plantas susceptibles se infecten, lo que se conoce como “efecto mosquitero”. También se ha señalado que algunas excreciones de las raíces de una de las especies cultivadas pueden afectar a los organismos patógenos del suelo que afectan las raíces de otra especie asociada al cultivo; y que además, el microclima de los policultivos puede resultar ser menos favorable para el desarrollo de ciertas enfermedades.

 

Un claro ejemplo de asociación de cultivos en el manejo de insectos plaga y enfermedades, es la siembra de hilos alternos de flor de Jamaica o maíz en plantaciones de lechosa o papaya. La papaya es un cultivo severamente afectado por el virus de la mancha anillada, el cual es diseminado en el campo a través de un áfido (o pulgón) que lleva esta enfermedad de planta en planta. Una vez que este lleva consigo el virus, requiere solo de minutos para infectar otras plantas. Sin embargo, para este insecto, las hojas de lechosa resultan muy poco apetecibles, prefiriendo hojas de maíz o de Jamaica; por lo que al verse atraído más por especies diferentes a la lechosa, es muy poco probable que estas se enfermen.

 

Concerniente al control que ejerce la asociación de cultivos sobre las malezas, la FAO señala que el aumento en la densidad del cultivo a través de la combinación de dos o más especies, limita el espacio físico de las malezas. Sin embargo, tal vez esto pueda crear cierta confusión con lo que conocemos como cultivo de cobertura, en el cual, el propósito fundamental es la conservación del recurso suelo; en tal sentido, esto lo podemos vislumbrar desde dos puntos de vista:

 

1.- Asociaciones en las que hay obtención de cosecha del cultivo que se tiene como cobertura, aparte de los beneficios que esta planta pueda aportar al suelo.

 

2.- Asociaciones en las que no hay obtención de cosecha de la planta rastrera, solo la conservación del recurso suelo.

 

En el primer caso, podemos citar algún ejemplo de frutales asociado con batata o auyama. Sin embargo, aquí también debemos tener mucha precaución, ya que, en el cultivo de papaya, la batata puede ser fuente de inoculo de alguna bacteriosis; y la auyama es un hospedero alterno del virus de mancha anillada. Otro ejemplo de control de malezas en asociaciones de cultivos, lo representa la asociación de maíz, frijol y auyama, en el que esta última no deja espacio disponible para el crecimiento de malezas.

 

En el segundo de los casos, esto técnicamente puede ser visto como una asociación de cultivos, aunque en lo personal, me inclinaría más en definirlo como un cultivo de cobertura. Aquí también se puede citar algunos frutales en combinación con el maní forrajero,  lo cual brinda una excelente alternativa para el manejo de muchas arvenses.

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Figura 2. Asociación de árboles de naranja con piña.

 

 

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Figura 3. Asociación de parchita y ají dulce.

 

Otro ejemplo, esta vez de cultivos asociados y cobertura viva, lo constituye la siembra de naranjas y ají dulce, además de tener al maní forrajero como cultivo de cobertura. En este caso, el periodo de vida de un cultivo de naranja sobrepasa los 20 años, y la producción comienza a los cuatro años luego del trasplante, mientras que la cosecha de ají dulce se inicia a los tres meses después del trasplante, y las plantas pueden tener una vida útil de dos años (el ají dulce se considera como una planta perenne). Al momento de ir desmalezando las plantas de ají, se prevé el establecimiento del maní forrajero, y éste poco a poco, irá poblando la parcela.  Cuando los árboles de naranja comiencen a sombrear el terreno, ya las plantas de ají dulce habrán cumplido su vida útil y el maní forrajero habrá ocupado la superficie del suelo.

 

Una buena asociación (estratégica) de cultivos se basa entonces en la habilidad que tengamos de combinar las especies que queramos cosechar, basada principalmente en características de dichas plantas, y esto lo podemos lograr tanto en nuestros huertos caseros como en una parcela productiva.

 

 

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